El domingo 14 de septiembre inauguré un diario de lecturas inspirada en una entrada del Blog de Betina González. Me interrogué sobre mis propias lecturas y me condené a causa de mi memoria leve. Leí con avidez en mi adolescencia y juventud y poco podría decir siguiera de los argumentos de aquellos libros.
Me enfurece tal olvido, y me preocupa también. Y como es tiempo de contrarrestar ciertas incomodidades que vengo arrastrando desde hace mucho tiempo ¿quién sabe por qué?... a ver, tampoco es que la culpa de todo la tenga lo no resuelto en la infancia (maldito el psicoanálisis), también hay cosas que dependen de los propios caminos que uno elige, que uno se va dibujando y que no tienen nada que ver con el pasado. O sí, pero a esta altura ya se perdió la referencia y la verdad es que me da mucha fiaca ir a buscarla con sesiones infinitas de psicoanálisis.
Empecé anoche con la lectura de Orsai. Otra vez tarde. Se acaba de publicar el último número y yo recién empiezo con el primero. Acabo de comprarme dos números de Bonsai.
La segunda lectura que inaugura este cuaderno es "Distancia de Rescate" de Samanta Schweblin. Cuando lo compré no reparé en el título, sólo en la autora y en el libro como objeto (qué lindos que hacen los libros estos guachos de Mondadori). Bellos objetos que a veces sólo son meros adornos, pero en ocasiones, como esta, son un alfiler de dolor maravilloso puesto en el punto exacto del estilo, de la necesidad del estilo. Despojado pero profundo. Frases cortas con un sentido que se construye en los intersticios, en los silencios. Y un recurso, quizás nada novedoso... pero es que la novedad no está en el recurso (y tampoco tendría por qué haber originalidad), sino en la construcción de los espacios vacíos que pesan tanto como lo que se dice.