jueves, marzo 22, 2007

Desventuras en las bibliotecas públicas

Entusiasmada por al experiencia bibliotequil de Barcelona truché mi residencia para acceder a las bibliotecas la Ciudad. La nueva Red de bibliotecas prometía.

La primera desventura ocurrió en el mismo instante en que intenté registrarme.

SÓLO LOS QUE VIVEN DEL OTRO LADO DE LA GRAL PAZ.
Ok, no hay problema, hecha la ley, hecha la trampa.

La segunda desventura tuvo lugar cuando (voraz, yo) quise sacar un libro de la Gálvez y otro de la Güiraldes.

IMPOSIBLE
Secuestran tu carnet

UNA BIBLIO POR VEZ NENA, ¿ES QUE NO ENTENDÉS NADA?

La tercera desventura fue hace dos meses, cuando saqué el libro de cuentos completos de Abelardo Castillo. Quise devolverlo (sin acabarlo) para sacar otro de la Güiraldes, pero la Güiraldes estaba cerrada por vacaciones (todas están cerradas por vacaciones menos la Gálvez y sus empleados no saben explicar por qué... hace años que esta biblioteca permanece abierta... un completo misterio). Como no podía sacar el otro libro quise llevarme nuevamente el de Castillo para acabarlo.

IMPOSIBLE. ESE LIBRO NO SE PRESTA
¡Pero a mí me lo prestaron!
PERO NO SE PRESTA
Una voz ronca y flemática del fondo dice que tal vez soy amiga de la directora y que por eso me lo prestó.
Yo protesto: ¡ah, entonces a los amiguetes sí se los prestan!

La cuarta desventura me sucedió la semana pasada cuando comprobé, risueña, que el libro de Salinger, "Levantad carpinteros, la viga del tejado", figura en la web como "Levantad carpinteros, la vida del tejador". Sin animosidad alguna contra el pobre tejador que andaría medio deprimido, fui a la biblioteca y comenté el hecho, divertida y como mera curiosidad.
El empleado (que resultó ser profesor de teoría literaria de Puán... lo que aparentemente, y según la misma voz ronca y flemática, le daba no sé qué aura de superioridad) dijo sin ningún prurito:

LA VERDAD, ME IMPORTA MUY POCO (literal)
Yo protesté
"Es una lástima que te importe tan poco"
Mé miró con aire sobrado de yo soy profesor de Puán pero no cobro un mango y todo me importa un reverendo güevo, me dio Anna Karénina y yo me fui desolada.
Todo eso en cuatro meses que llevo en las bibliotecas de la Ciudad.

Ahora, amigos, temo volver allí.

1 comentario:

Fabián dijo...

Créase o no, estoy leyendo los mismos cuentos completos, de don Abelardo. Cuando termine con ellos, yo sí podría prestartelo. No hace falta referenciar de que lado de la general paz se domicilie uno, ni de que lado del espejo tampoco.