Vengo despacio, mirando los bordes irregulares del camino, sin proponerme lecturas, deviniéndolas en mí y por eso no es posible exteriorizarlas.
Vengo despacio y otra persona viene en mí, también despacio, jugando con el espacio de mi cuerpo y quebrando todo el sentido que las cosas habían adquirido.
Vengo con un ritmo desacompasado.
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