lunes, octubre 17, 2011

Y también el infinito/4

15 de noviembre 2002




Y Vamos que otra vez me acorrala lo imposible porque todo lo que toco se vuelve lejano y por eso mismo, absurdo, que llego a la ceguera de mí misma cuando creía tenerlo todo tan cerca, tan palpable. Soy demasiado idiota para odiarte y estoy yo misma en el espejo de mi furia, el mismo que escupiste la otra noche. Mi furia ciega, pero por invisible, transparente y mortal. Sobre todo una furia plagada de sinsentidos, un viejo me habla del tiempo y de todos creo que fue Parménides el más sabio porque negó aquello mismo que lo angustiaba. Pero un alma romántica tiene que ver con eso mismo, con revolcarse entre la mierda de su propia angustia buscándole una razón pero sabiendo de antemano que no la tiene y ahí, ahí mismo entramos en el terreno de la contradicción sobre el que nos fundamos. Que no falta ninguna de las palabras de mis lugares comunes: búsqueda, angustia, contradicción, imposible, tiempo. Lindo cóctel para una noche de soledad acompañada que es la peor . Y el tiempo que ojalá fuera solamente una palabra, eso si creemos en la ingenuidad de las palabras. Es que del tiempo y de sus defasajes nace todo lo demás, es decir, la angustia, la contradicción, la continua búsqueda. Es el dolor de no poder encontrarse a sí mismo o de encontrar un solo instante ese yo que ni siquiera existe y que por si fuera poco, ese instante no es más que un espejismo. Creo que el viejo decía algo de eso, no era tonto el viejo, era como Edipo, ciego por demasiado lúcido y se había dado cuenta de todo el viejo, claro que sí, un quijote que de tanto leer... ya sabemos la historia y se había dado cuenta de todo por eso se encerró en un laberinto, buscando la perfección de los laberintos, como yo ahora mismo que estoy en este laberinto, encerrada, donde a pesar de todo hace tanto frío.

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