Ayer hubo una humedad terrible.
La niña de la esquina de mi casa, que había vivido antes en Alemania, no dijo nada, sacó sus patines, se fue al asfalto y se puso a patinar justo encima del irreal cartelito de "Otro Pozo Menos: Gestión Ivoskus" en amarillo estridente sobre el negro humedecido.
Parece que la madre de no estaba y por eso la niña dio unas graciosas vueltas sobre el asfalto húmedo y los remiseros y yo se las festejábamos. Las cuchillas hacían un ruido bárbaro y como estamos en Buenos Aires, de repente salió el sol, y así como quien no quiere la cosa, dio plenamente sobre el asfalto que se derritió un poquito y una de las cuchillas de los patines quedó incrustada sin remedio. En eso llegó la madre con las dos manos llenas de bolsas rebosantes de naranjas (se cree que ya había perdido dos o tres por el camino) y al ver a su hija atrapada en el asfalto soltó todo y corrió a la calle donde, para hacerla corta, pudo sacar a su hijita del peligro de los colectivos inminentes. Lo que nadie le dijo a esa señora es que en aquel momento había empezado el partido y los colectivos habían parado para ver jugar a la selección en el barcito de la ruta mientras el chofer invitaba a todos con panchos y coca colas.
Yo estaba en mi casa y llamaba a Graciela (despertaba a Graciela!!) para ver hasta cuándo era la inscripción a finales y Truman (como siempre) maullaba ronco delante de la puerta de mi estudio.
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