sábado, abril 01, 2006

Es raro esto del amanecer, nunca llega igual ni al mismo tiempo. La luz se demora viciosa en el lecho de la noche que la devora, que la atrapa, que la convence. Así me quedaría yo en el lecho de alguien que todavía no ha llegado, de alguien que quiere irse.Sentarme en el tren, sufriendo la incomodidad de los asientos y esperando que nadie venga a sentarse enfrente mío para así poder estirar los pies y estar todavía un ratito más en posición semi horizontal. Sentarme en el tren y dejarme llevar y entonces volver a pensar en la locura y en qué necesidad tengo que hablar esa locura con alguien. Buscar un sitio amable, con aire amable y luz tenue y hablar de todo y de pronto dejarse desvariar, dejarse a uno mismo escupir las incoherencias que se presentan cada día y que no tienen justificación ninguna. Y si un día me doy a la locura, tal vez sea la carencia de esas palabras indichas en su momento, calladas, atragantadas al fondo de lo que no ha ocurrido. (Los viajes a Barcelona, 2005)


Tardes de Capotas
Sin ser necesario vestirse de gris para entonar con el día, andamos los todavía transcurrimos. Miramos el paisaje que desciende y respiramos un aire encapotado. Una mala noche hace los pasos más pesados y haber llorado quizás reduce la visión. Los ojos están hinchados. También la paciencia. Pero a eso ya estamos un poco más acostumbrados... Barcelona, 10 de octubre 2005


TEMA SOBRE LAS SILLAS/1 - CHEMPES
Porque estaban solas y estaban aburridas, por eso seguramente se abandonaron a sí mismas en medio del pasillo gris y derruido. Se habían pasado años enteros esperando que alguien ocupara su sitio, pero el sitio verdadero y sin embargo, avejentadas ahora y tenues en el paisaje arrasado, se lamentaban de su suerte.Puestos a mirar con detenimiento esa suerte que les había tocado en suerte y esa muerte que habían sabido desde el principio, quizás podamos aventurar que no fue tan terrible ser lo que tenían que ser. Y la soledad y el aburrimiento eran – entre otras cosas – signos oscuros de un destino más oscuro. Nadie más se sentaría en ellas porque los que quedábamos ya no estamos y los que se fueron ya no volvieron a abrir la puerta: no quedaban juegos allí.El primero que pille la silla se sienta y listo. La cosa parecía sencilla sobre todo si la acción se acompañaba con música ligera, pegajosa y que todos nos conocíamos porque estaba de moda. Rondábamos rapaces con los ojos secos puestos en la madera y bailábamos sin más la danza macabra afilando las espuelas; y cuando se detenía la música – lamento decirlo pero en lo mejor de la canción – corríamos a ocupar nuestro puesto, sentarnos derechitos, sonrientes y sin mostrar un ápice de cansancio ni aburrimiento.Acabé solo. Ya ni la música sonaba porque la que teníamos se había pasado de moda y no había forma de salir a buscar otra nueva. Además, como estaba solo, tampoco había quien pusiera la música ni quien la detuviera, ni siquiera quien corriera a sentarse en la única silla que quedaba. Solamente yo. Mirando desastrado la silla, la única, la mía y las desganas, el cansancio, la terrible sensación del fracaso. La música no suena pero igual puedo acercarme a la silla y sentarme, y esto hacerlo una y otra vez y ganar en todas las partidas. Hay cadáveres alrededor. Algunos ya ni se los reconoce. Son mis amigos. Los maté a empujones o con astillas de la madera vieja clavadas en sus ojos. Yo rompía las sillas pues cuantas menos hubiera más cerca estaba del éxito.Nadie puede decir que no lo logré. Hay una única silla, la mía; y aunque no suene la música voy a sentarme. La madera insensata cede bajo mi trasero y a mí me crujen los huesos, no atino a levantarme. Todo mi peso blando y poroso se precipita sin remedio.No puedo levantarme. Tampoco lo intento.Hay cadáveres a mi alrededor. Qué mal huele todo esto. FELINDAREA


Ese hombre se parece a la palabra incertidumbre, y es un país con tantas comarcas invisibles que tienes miedo de tropezar con nuevas lenguas cada vez.Ese hombre se parece a los silencios que no me son posibles, a las terrazas sin memoria y sin escaleras, a lo que queda de mí después de la lluvia...Este hombre reinventa cada hora y me reinventa, a pesar de tantas y tan iguales soledades...

No hay comentarios: