domingo, junio 18, 2006

Un Domingo sin más

Los domingos sin más son eso, sólo domingos. Los domingos a veces hacen doler la panza de tan aburridos y empachados de obligaciones parentales que terminan siendo deliciosas, pero que cuestan. Un domingo sin más es eso, un domingo sin brotes y me permito levantarme más tarde aunque escucho que A. tocó el timbre y que E. lo despacha sin piedad ¡A quién se le ocurre, un domingo! Después llamaremos a A. para suavizar puteadas cariñosas. Truman se acomoda en el hueco que le hago cada noche pero no se conecta con mi sueño. Es lo que tienen los gatos siameses, siempre corniseando. Finalmente, el partido de Canarias contra el Fortín de Terrassa me convence y me levanto. Truman me sigue y maúlla un largo do nasal que no logro corregirle. No hay caso con los gatos. Pongo el agua para el mate pero me duele la panza pero es domingo por la mañana y entonces pongo el agua para el mate porque sin mate no hay domingo, a pesar de todos los dolores de panza que se puedan presentar maleducados y de improviso como A. (pero te quiero) esta mañana. Abro el ordenador, quizás M. haya enviado novedades o N. conteste el último mensaje. El agua hierve. En este país el agua hierve demasiado rápido. Puteo bajito porque E. va del piano al sofá donde al delantero del Fortín de Terrassa acaban de echarlo por comer torta fritas de domingo en la zona de penal. Vuelvo a llenar la pavita aunque ya no tiene caso porque es tarde y me duele la panza aunque no quiera admitirlo y dentro de un ratito hay que salir para la casa de mis viejis que es el día del padre y hay que abrazar al viejo y llenarlo de besos como si fuera cualquier otro domingo. Un domingo sin más para abrazar otra vez al viejo, aunque no sea día del padre.

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