sábado, mayo 27, 2006
jueves, mayo 25, 2006
Lecturas de Mayo - In progress
Bohumil Hrabal, "Trenes rigurosamente vigilados"
Carmen Martín Gaite, "Caperucita en Manhattan"
Carmen Martín Gaite, "Caperucita en Manhattan"
miércoles, mayo 24, 2006
Epitafios de Medianoche Cap. 8
No fue sorpresa encontrarnos nuevamente en el puerto. Creo que ambos lo sabíamos. Es decir, no hay razón para no creer en las casualidades, pero tampoco para negar que ahora, la casualidad no era más que un insolente artificio.
Se sentó en la baranda y alzó su mirada hacia el reflejo tenue y negro que producían las primeras estrellas en el agua. Tenía el libro en la mano pero esta vez no leyó nada, ni siquiera lo abrió. Me puse nerviosa. ¿Por qué tenía miedo de escuchar su palabra real, sin la máscara de la poesía ajena?
-¿Otra vez por acá?- me dijo - Veo que elegiste jugar en mi juego...
-¿Qué juego?Me contestó con una sonrisa apenas visible que se perdió en la oscuridad. Creo que notó algo de disturbio en mis movimientos porque, en camino a una especie de redención por lo que había dicho, volvió a reírse diciendo algo tan acuoso que no le entendí ni pregunté. Habló un rato de algunas cosas que no recuerdo y me invitó a caminar.
Se sentó en la baranda y alzó su mirada hacia el reflejo tenue y negro que producían las primeras estrellas en el agua. Tenía el libro en la mano pero esta vez no leyó nada, ni siquiera lo abrió. Me puse nerviosa. ¿Por qué tenía miedo de escuchar su palabra real, sin la máscara de la poesía ajena?
-¿Otra vez por acá?- me dijo - Veo que elegiste jugar en mi juego...
-¿Qué juego?Me contestó con una sonrisa apenas visible que se perdió en la oscuridad. Creo que notó algo de disturbio en mis movimientos porque, en camino a una especie de redención por lo que había dicho, volvió a reírse diciendo algo tan acuoso que no le entendí ni pregunté. Habló un rato de algunas cosas que no recuerdo y me invitó a caminar.
Epitafios de Medianoche Cap. 7
Bueno, la cuestión continúa. Ese hombre había leído los versos de un Cortázar porteño, de manos sangrantes por un elegido exilio y por un olvidicidio; había sabido jugar de una manera extraña con esos versos en esas horas que me presentan más vulnerable. Hoy creo que él sabía que había articulado un juego demasiado fuerte. Esa noche dormí poco. La madrugada me sorprendió enredada en estos pensamientos y me reí de mí misma para convencerme de lo absurdo que resultaba analizar encuentros fortuitos en estas horas de transición.
domingo, mayo 14, 2006
viernes, mayo 12, 2006
Epitafios de Medianoche - Cap. 6
Aquí comienzo a fabular. Soy incorregible. Lo hago aunque sepa que estos encuentros no significan nada. Armo mis tramas con estos materiales, sin advertir lo cruel de fundarme como personaje. No de otra manera podría existir. Y todo conduce, por supuesto, a la gran farsa de todas las ficciones rosas, según las cuales deberíamos creer en la felicidad humana, suspirando al mismo tiempo que cerramos el libro. ¡Cómo nos han engañado, mi querido lector! Nunca lo creas. Siempre anda rondando por ahí, la máscara apaciguadora, la de la nulidad. Y nosotros somos sus monigotes, sus rostros sin forma. Están por todos lados, se venden a montones y someten a la imposibilidad de resolver los otros finales. Aquí comienzo a fabular, y pienso en ese hombre y en sus versos, y es que hoy no me queda otra que reducirme blandamente al espesor de una ficción mugrienta.
martes, mayo 09, 2006
Epitafios de Medianoche - Cap.5
Finalmente cae la tarde sumisa a los azules bajos de la noche y entonces regreso a casa. Son esas horas raras y mal mezcladas de la tarde las que me atrapan, no otras. Mientras se va haciendo de noche me siento un rato en los espigones del puerto a pensar en nada, a ver a la gente, a sentir el aire infectado.
Aquel día ya casi había oscurecido y cuando levanté la vista para irme, me perdí otra vez en la figura de ese hombre alto que leía apoyado en la baranda. No era una novedad, siempre estaba ahí, pero esta vez algo llamó mi atención. No puedo decir exactamente qué, posiblemente su sombra infinitamente aguda agigantándose a la luz de los barcos en el cemento sucio.
No podía explicarme por qué me atraía, pero algo de esa figura desconocida y a la vez tan conocida me dejó perpleja y continué mirándolo de una forma estúpida. Tan estúpida que no advertí que él también estaba mirándome (seguramente todo el peso de mis ojos le había caído sin piedad) Estuvimos como perdidos cada uno en un paréntesis ajeno hasta que el hombre se sentó a mi lado y sin hacer preguntas comenzó a leer.
No puedo imaginarme cuánto tiempo estuvo leyendo ese libro, cuántas veces leyó el mismo poema, cuántos silencios se cruzaron entre verso y verso, pero inexplicablemente, en algún momento del cual no tengo el recuerdo exacto, Javier cerró el libro, se despidió y se fue. Así nomás, rompiendo ese espacio extraño que había creado. No pudimos hablar ni una sola palabra que no fuera un verso o un silencio. Lo cierto es que perdí la noción del tiempo y al levantar la vista la noche estaba avanzada. Durante un rato más permanecí en el mismo lugar, pensando en su actitud, en sus ojos pequeños, huidizos, casi invisibles. Aunque no pude verlos muy bien (no me miraba) imaginé unos ojos poseídos por alguna especie de profundidad, de lejanía. Y además de sus ojos, lo más inquietante de su figura era una extraña forma de recortarse en el paisaje que le daba un aspecto casi caricaturesco.
Y me acuerdo que había leído
“Como un cáncer que avanza
abriéndose camino entre las flores
de la sangre, seccionando los nervios del deseo
la relojería azul de las venas,
granizo de sutil malentendido,
avalancha de llantos a destiempo.”
Y las palabras se habían incrustado en mi memoria transformándose en heridas nocturnas que ya comenzarían a sangrar. Y habíamos sonreído, y aunque no había nada en común en ambas sonrisas, sabíamos que no hacía falta coincidir en nada más que en el hecho de sonreír
Aquel día ya casi había oscurecido y cuando levanté la vista para irme, me perdí otra vez en la figura de ese hombre alto que leía apoyado en la baranda. No era una novedad, siempre estaba ahí, pero esta vez algo llamó mi atención. No puedo decir exactamente qué, posiblemente su sombra infinitamente aguda agigantándose a la luz de los barcos en el cemento sucio.
No podía explicarme por qué me atraía, pero algo de esa figura desconocida y a la vez tan conocida me dejó perpleja y continué mirándolo de una forma estúpida. Tan estúpida que no advertí que él también estaba mirándome (seguramente todo el peso de mis ojos le había caído sin piedad) Estuvimos como perdidos cada uno en un paréntesis ajeno hasta que el hombre se sentó a mi lado y sin hacer preguntas comenzó a leer.
No puedo imaginarme cuánto tiempo estuvo leyendo ese libro, cuántas veces leyó el mismo poema, cuántos silencios se cruzaron entre verso y verso, pero inexplicablemente, en algún momento del cual no tengo el recuerdo exacto, Javier cerró el libro, se despidió y se fue. Así nomás, rompiendo ese espacio extraño que había creado. No pudimos hablar ni una sola palabra que no fuera un verso o un silencio. Lo cierto es que perdí la noción del tiempo y al levantar la vista la noche estaba avanzada. Durante un rato más permanecí en el mismo lugar, pensando en su actitud, en sus ojos pequeños, huidizos, casi invisibles. Aunque no pude verlos muy bien (no me miraba) imaginé unos ojos poseídos por alguna especie de profundidad, de lejanía. Y además de sus ojos, lo más inquietante de su figura era una extraña forma de recortarse en el paisaje que le daba un aspecto casi caricaturesco.
Y me acuerdo que había leído
“Como un cáncer que avanza
abriéndose camino entre las flores
de la sangre, seccionando los nervios del deseo
la relojería azul de las venas,
granizo de sutil malentendido,
avalancha de llantos a destiempo.”
Y las palabras se habían incrustado en mi memoria transformándose en heridas nocturnas que ya comenzarían a sangrar. Y habíamos sonreído, y aunque no había nada en común en ambas sonrisas, sabíamos que no hacía falta coincidir en nada más que en el hecho de sonreír
Adquisiciones de Mayo
Vila-Matas, "Historia de una literatura portátil" (Anagrama)
Vila-Matas, "Recuerdos inventados" (Anagrama)
Funke, Cornelia "El señor de los ladrones" (Destino)
Witold, Gombrowicz, "Cartas a un amigo argentino" (Emecé)
Kovadloff, Santiago "Lo irremediable" (Emecé)
Silva, Lorenzo, "La Flaqueza del Bolchevique" (Destino)
Svevo, Ítalo, "La conciencia de Zeno" (Oveja Negra)
Moravia Alberto, "Agostino" (Oveja Negra)
Calvino, Ítalo, "Especulación inmobiliaria" (Oveja Negra)
Bassani, Giorgio, "El Jardín de los Finzi-Contini" (Oveja Negra)
Vila-Matas, "Recuerdos inventados" (Anagrama)
Funke, Cornelia "El señor de los ladrones" (Destino)
Witold, Gombrowicz, "Cartas a un amigo argentino" (Emecé)
Kovadloff, Santiago "Lo irremediable" (Emecé)
Silva, Lorenzo, "La Flaqueza del Bolchevique" (Destino)
Svevo, Ítalo, "La conciencia de Zeno" (Oveja Negra)
Moravia Alberto, "Agostino" (Oveja Negra)
Calvino, Ítalo, "Especulación inmobiliaria" (Oveja Negra)
Bassani, Giorgio, "El Jardín de los Finzi-Contini" (Oveja Negra)
lunes, mayo 08, 2006
Epitafios de Medianoche - Cap 3
La ciudad se alza feroz. La mañana es tan febril, tan insoportablemente pegajosa que uno tiene la sensación de que la noche ha pasado de largo por acá. El asfalto ya amanece caliente y la humedad nunca abandona las baldosas rotas, las paredes despiertan impregnadas de sombras mugrientas y los ruidos insoportables terminan por ingresar en la escena. La ciudad vuelve una y otra vez a insistir sobre sus engranajes recalentados. Ah, porteños, la ciudad es para nosotros como una segunda piel, que, permanentemente en llagas, nos retiene en un duelo entre el dolor y la fascinación. Amaneciendo y vibrando se entretiene la Buenos Aires desnutrida y carnavalesca. Y nosotros confluimos en esta convergencia heterogénea de puntos cardinales y le damos una vuelta más al mecanismo infernal: el giro preciso de lo cotidiano cuando compramos el diario, tomamos un café en algún bar de mala muerte y después siempre andamos esperando que se haga la hora. Es así, la rutina siempre es así: un insoportable pasaje de mansedumbres donde nos movemos pisando las huellas que dejamos el día anterior. Nunca se detiene el tiempo, con el trabajo ocupamos esa extraña parte de “tiempo porque sí”, y después entre la facultad y algunas otras naderías, llegamos a las horas bajas del día.
domingo, mayo 07, 2006
Dorita, tarta, vino y proyectos
-Busco al Señor Gray, Dorian Gray.
Le cerraban las puertas en las narices o se iba sin respuesta o por respuesta una risa o quizás alguna mirada baja pensara que aquello era una especie de clave que le habían dado a este pobre y desafortunado aprendiz de mafioso. Pero nada de eso. Este hombre a quien llamaremos Fortunato, pasaba las tardes leyendo y tenía la extraña convicción de que todo aquello que leía era parte de una realidad recortada, digamos robada. Intenté una y mil veces explicarle todo el asunto de la ficción pero no había caso, Fortunato seguía buscando al pobre Dorian Gray. ¿Pobre por qué? Nunca logré averiguarlo. Fortunato tenía la secreta convicción de ese viejo personaje sufría en algún lado.
Probó con Gray, y con Gatsby, con Raskolnikov hasta que un día, no me explico aún como, dio casi de bruces con Alonso Quijano que ya estaba un poco enclenque y fumaba pipa en un portal de una casa en venta. Fortunato festejó el encuentro con inmensa alegría y le habló a viejo Quijote de su búsqueda y de la gran melancolía que aquella infructuosa tarea le había deparado.
Quijano ni se inmutó. Aspiró de su pipa y le dijo casi en un susurro:
-Mírame muchacho, he buscado lo inhallable y he colmado de negra melancolía mi corazón. Ahora que ya no busco, me dedico a ser personaje y sentado en este portal envejecido, otros me leen, me reviven, me reinventan y me curan de tanta y tan profunda melancolía, esa es mi razón de estar. No me la cuestiones.
Fortunato, pensativo, encendió un cigarrillo, aspiró profundamente y se fue calle abajo. Una o dos veces se giró y saludó al caballero de la triste figura, pero este no lo vio, continuaba inmóvil echando humo de su pipa.
Le cerraban las puertas en las narices o se iba sin respuesta o por respuesta una risa o quizás alguna mirada baja pensara que aquello era una especie de clave que le habían dado a este pobre y desafortunado aprendiz de mafioso. Pero nada de eso. Este hombre a quien llamaremos Fortunato, pasaba las tardes leyendo y tenía la extraña convicción de que todo aquello que leía era parte de una realidad recortada, digamos robada. Intenté una y mil veces explicarle todo el asunto de la ficción pero no había caso, Fortunato seguía buscando al pobre Dorian Gray. ¿Pobre por qué? Nunca logré averiguarlo. Fortunato tenía la secreta convicción de ese viejo personaje sufría en algún lado.
Probó con Gray, y con Gatsby, con Raskolnikov hasta que un día, no me explico aún como, dio casi de bruces con Alonso Quijano que ya estaba un poco enclenque y fumaba pipa en un portal de una casa en venta. Fortunato festejó el encuentro con inmensa alegría y le habló a viejo Quijote de su búsqueda y de la gran melancolía que aquella infructuosa tarea le había deparado.
Quijano ni se inmutó. Aspiró de su pipa y le dijo casi en un susurro:
-Mírame muchacho, he buscado lo inhallable y he colmado de negra melancolía mi corazón. Ahora que ya no busco, me dedico a ser personaje y sentado en este portal envejecido, otros me leen, me reviven, me reinventan y me curan de tanta y tan profunda melancolía, esa es mi razón de estar. No me la cuestiones.
Fortunato, pensativo, encendió un cigarrillo, aspiró profundamente y se fue calle abajo. Una o dos veces se giró y saludó al caballero de la triste figura, pero este no lo vio, continuaba inmóvil echando humo de su pipa.
viernes, mayo 05, 2006
Epitafios de Medianoche - Cap.1
Entonces solamente veía su figura que se recortaba chocante en el paisaje y hasta podía suponer sus pensamientos. Es que había algo más allá de ese cuerpo enfermizo que le daba cierta visibilidad a sus abstracciones. Yo sabía que venía todas las tardes al puerto a morir un poco con el sol, a intentar llorar de cara al río. Así como que no le entraba más soledad en sus costillas y que por eso hundía su mente en esa rara noción del tiempo que pregonaba, y proyectaba su cuerpo en el escenario espejado del Río de la Plata.
Solamente pensaba, no sé si en el pasado, no sé si alguna vez pudo asomarse a los olvidos, solamente estaba ahí y miraba inmóvil el agua.
Puedo verlo todavía. Tan vulnerable, tan enrollado en su propia soledad que hasta me parecía que con el tiempo se había ido achicando, como desvaneciéndose en silencio.
A veces aparecía con un sobretodo azul gastado, a veces una campera de cuero bastante sucia y con visibles agujeros, pero siempre los mismos zapatos negros, siempre el mismo chambergo gris, siempre ese aire de esquina de café y de alma tan llena de agujeros como de pajaritos.
Muchas veces me preguntaba si esta inmaterialidad que lo perseguía lo llevaba al puerto por las tardes, lo llevó a mí en ese tarde en la que el tiempo nos encerró. Recuerdo haberlo visto muchas veces allí, siempre en la misma posición: de espaldas al río y cara al cielo, un libro que nunca abría pero que tal vez por puro fetichismo llevaba bajo el brazo. Religiosamente su cuerpo había pasado a formar parte del paisaje. Inmóvil escultura de la noche, había obligado a mis ojos a perderse en su cuerpo.
Hubo un tiempo, en el que solía perderme solamente con la visión de su silencio.
Pero existió también otro tiempo demasiado cruel cuya crónica presento en estas páginas.
Solamente pensaba, no sé si en el pasado, no sé si alguna vez pudo asomarse a los olvidos, solamente estaba ahí y miraba inmóvil el agua.
Puedo verlo todavía. Tan vulnerable, tan enrollado en su propia soledad que hasta me parecía que con el tiempo se había ido achicando, como desvaneciéndose en silencio.
A veces aparecía con un sobretodo azul gastado, a veces una campera de cuero bastante sucia y con visibles agujeros, pero siempre los mismos zapatos negros, siempre el mismo chambergo gris, siempre ese aire de esquina de café y de alma tan llena de agujeros como de pajaritos.
Muchas veces me preguntaba si esta inmaterialidad que lo perseguía lo llevaba al puerto por las tardes, lo llevó a mí en ese tarde en la que el tiempo nos encerró. Recuerdo haberlo visto muchas veces allí, siempre en la misma posición: de espaldas al río y cara al cielo, un libro que nunca abría pero que tal vez por puro fetichismo llevaba bajo el brazo. Religiosamente su cuerpo había pasado a formar parte del paisaje. Inmóvil escultura de la noche, había obligado a mis ojos a perderse en su cuerpo.
Hubo un tiempo, en el que solía perderme solamente con la visión de su silencio.
Pero existió también otro tiempo demasiado cruel cuya crónica presento en estas páginas.
Epitafios de Medianoche - Prólogo
Quiero decir que en la muerte no opera la afonía. Que allí el silencio es tan falso como lo es en cualquier otro lugar. Quiero decir que cada noche, y solamente por castigarme, una turba incesante de palabras busca refugio entre mis manos y no puedo rechazarlas. Las hago mías en cuanto se presentan y después viene el martirio. Porque esas palabras sólo son la gran bufonada del silencio que, también es una bufonada: la de lo imposible. Por lo tanto voy a valerme de la imposibilidad de ser silencio y a narrar el lugar desde donde partió la oscuridad. También quiero creer que todos ellos no están muertos y que esta inútil forma de alzarme sobre el lenguaje no es más que un intento por profanar la agudeza del silencio que se ha generado entre nosotros. Mi muerte sin embargo continúa con su cántico, por eso estoy fuera de ellos, porque la inefabilidad me persigue. Ellos fueron derrotados por eso callan. Yo no me resigno a quedarme sin algún imposible, por eso continúo dando batalla con mis ajadas palabras.
EPITAFIOS DE MEDIANOCHE Por Primera Vez iluminado
Esta es una vieja novela que nació de un desencuentro premeditado. Hace demasiados años que duerme en el cajón y no séra publicada salvo en estos espacios inexistentes que es el espacio que ella reclama.
miércoles, mayo 03, 2006
Una Info Interesante para el Mundo Titiritesco
Llega a la Argentina la PRESTIGIOSA TITIRITERA MEXICANA SRA. MIREYA CUETO, una de las fundadoras del Museo Nacional de Títeres de México.
UNA VIDA DEDICADA A LOS TITERES. 84 AÑOS A PLENO TRABAJO.
-ACTIVIDADES:
JUEVES 4 de mayo llega Mireya Cueto
LUNES 8 - 19:30 horas. Inauguración en el Museo del Títere, de la muestra de títeres de Mireya, y grabados de su madre, (Lola Cueto)-
DOMINGO 14 - 20 horas Centro Cultural de la Cooperacion, Sala González Tuñón, presentación de la película sobre Mireya Cueto, "Los juegos y los días", realizada por el titiritero Jorge Libster, quien residió durante 25 años en México. Posteriormente , Cecilia Kamen, hará una lectura del Monodiálogo con Jehová, cuento de Mireya Cueto, cerrando el evento con palabras de Sarah y de Mireya.
MARTES 16 en Argentores. 19 horas. Presentacion de Mireya Cueto, Proyección de la película "Los juegos y Los Días", teatralización de un texto infantil de Mireya a cargo de Cecilia Kamen, y palabras de Mireya.
MIERCOLES 17 - 11horas - Universidad Nacional de San Martín, presentación de Mireya, compendio del documental, charla con Mireya y Sarah. Presentación de un corto sobre el juguete popular mexicano.-VIERNES 19 - 22hs. en la Biblioteca La Nube, conversaciones con Mireya Cueto.
LUNES 22 - 19.30hs. Museo del Titere, proyección del corto de Mireya sobre juguete popular mexicano. Charla sobre temas específicos a los títeres. Reunión de despedida, con música y picadita.
Clausura de la exposición de títeres y grabados. Fin de las actividades. Programa sujeto a cambios
LLEGARÁ DESDE BILBAO - ESPAÑA, LA SRA. CONCHA DE LA CASA, DIRECTORA DEL CENTRO DE INVESTIGACION TITIRITERA, PARA ACOMPAÑAR EN ESTE EVENTO TAN ESPECIAL, A LAS SRAS. MIREYA CUETO Y SARAH BIANCHI
Fundadora del teatro de títeres y actores Tínglado, en 1981, Mireya Cueto es Licenciada en Historia Moderna y Contemporánea por la UNAM, obtuvo una beca del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con la que realizó la Leyenda de los Soles (Nahui Ollín) en teatro de sombras. En 1992 estrenó, bajo el mismo formato teatral "San Juan de la Cruz, poeta místico", obra presentada en el Festival Internacional de Títeres de Bilbao en 1994 . Con una beca del FONCA en 1993 hizo también para teatro de sombras el mito griego de Perséfone que estrenó en el Festival Cultural San Angel en 1995.
La imagen pertenece a la Película "Strings" www.stringsthemovie.com
Libros de Abril
Kazuo Ishiguro, Pálida Luz en las Colinas
Kay Thomson, Eloíse en Moscú.
Capote Truman, A Sangre Fría
Peter Burke, Eyewitness
Cassany Daniel, Describir el Escribir
Pitol, Sergio, El desfile del Amor
Vila-Matas, Enrique, Suicidios ejemplares
Kay Thomson, Eloíse en Moscú.
Capote Truman, A Sangre Fría
Peter Burke, Eyewitness
Cassany Daniel, Describir el Escribir
Pitol, Sergio, El desfile del Amor
Vila-Matas, Enrique, Suicidios ejemplares
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